La cazaparece vivir sus horas más bajas en la comunidad de Canarias. Así lo dejan de manifiesto datos como los referidos al número de licencias. Estas han disminuido a más de la mitad en una década hasta situarse en torno a 13.000, muy lejos de las más de 31.000 que se registraban en 2005.
¿A qué se debe este descenso? Son varios los motivos que explican esta diferencia considerable en un espacio de tiempo relativamente pequeño. Desde la disminución de especies cinegéticas a la reducción de los espacios para practicar la actividad de forma controlada, pasando por otra serie de razones como los últimos cambios legislativos y las trabas que los propios cazadores denuncian para el desarrollo.
La isla que mayor cantidad de licencias acapara en la actualidad es Tenerife, seguida de Gran Canaria y Lanzarote. A mayor distancia se sitúa el resto del archipiélago.
Un modelo de caza social
El modelo que impera en Canarias es el denominado social, que se mira con admiración desde otras regiones. Contempla la extensión más grande de terrenos de cuya gestión se ocupa el cabildo insular o los cazadores mediante adjudicaciones.
Como curiosidad, cabe destacar que hace unos años se prohibió dar muerte a los conejos mediante el uso de escopetas. Además, cada isla establece unas normativas. De este modo, en algunas de ellas están vedadas las tórtolas y las codornices. Sin embargo, en todo el archipiélago se puede cazar por igual la paloma bravía, sin limitación alguna de capturas.
Entre los cazadores más relevantes se encuentra Pedro López Sieverio, campeón de España de San Huberto en 2019. En cuanto a los cotos, destacan los de Los Perdigones y Los Corralillos.
La temporada se desarrolla de verano a otoño
El calendario de la actividad cinegética acostumbra a abrirse a comienzos de agosto y se prolonga hasta bien entrado noviembre. Así ocurrió durante 2019, aunque pueden darse variaciones, de nuevo, en función de cada isla. Las vedas se abren de manera prácticamente simultánea, en lugar de hacerse atendiendo a criterios como los ciclos biológicos de las especies, como preferirían los cazadores.
No es el único motivo de queja de estos. También lamentan que no se actualicen los registros referidos a furtivos en la mayor parte del territorio. De hecho, en algunas zonas continúan sin existir hoy en día. El de las sueltas ilegales es otro tema que despierta su preocupación.
Echan en falta, asimismo, una formación adecuada del colectivo para que todos sus integrantes dispongan de información, conocimientos y suficiente concienciación. Consideran que debería ser la Administración competente la que se ocupara de estos y otros aspectos.
Sin su implicación, temen que la caza en Canarias continúe en declive, por lo que instan a los responsables públicos a que tengan en cuenta sus criterios y los lleven a la práctica.