Son nuestros exponentes de la caza de alta montaña, rebecos y machos monteses, dos especies de enorme atractivo venatorio que no sólo concitan la atención de los aficionados españoles, sino que también atraen todos los años a muchos cazadores internacionales a disfrutar de nuestras más altas sierras mientras llevan a cabo unos recechos de montaña que nada tienen que envidiar a los de otros países.

El manejo de las armas, la colocación de los puestos, el momento del disparo… Son varios los aspectos que

Y es que rebecos, sarrios o isards y cabras hispánicas, cabras montesas o machos monteses representan para muchos recechistas algo así como la caza de un sueño, un sueño venatorio, en las montañas españolas, tras dos animales perfectamente adaptados a estos abruptos espacios y cuyos lances dejarán una huella imborrable en todo aquel que los viva y protagonice.

Sin embargo, para alcanzar la gloria ‘rebequera’ y ‘montesera’, aquélla que se siente con el aire serrano en la cara mientras contemplas el trofeo abatido a tus pies, primero hay que cazar, cazar de verdad, al subir y al bajar, al buscar con los prismáticos y a la hora de disparar, sabiéndote dueño del rececho incluso al seguir los experimentados consejos de guardas o guías presentes en la mayoría de estos cazaderos.

En algunos enclaves el celo de estos bóvidos ya hizo acto de presencia semanas atrás; en otros, en cambio, es ahora cuando ha empezado a ser palpable, con la llegada del frío, el hielo, la lluvia, la nieve… a las cumbres. Por tanto, lo que nos vamos a encontrar en estos momentos son, en líneas generales, animales en cotas algo más bajas, agrupados en rebaños a los que se han ido uniendo los machos encelados, esos patriarcas que no aguantarán que ningún otro congénere les dispute la jerarquía de las cabradas, que implica el control de las hembras y la cubrición de las mismas.

A diferencia de otras fechas, los recechos ahora habrá que afrontarlos con suma cautela tanto en los ascensos como en los descensos, ya que estos escenarios, de por sí traicioneros con independencia de la época en la que se cace en ellos, encierran un plus de peligrosidad que viene a nivelar una balanza natural algo desequilibrada por la mayor facilidad que encontraremos en las labores de localización de rebecos y machos monteses durante el celo.

Además de perfectamente equipados con todo lo necesario para este tipo de cacería y de contar con un buen fondo físico y mental en previsión de lo que nos espera una vez bajemos del vehículo, tendremos especial cuidado en aquellos sitios o pasos complicados que impliquen riesgos en el avance y pongan en peligro nuestra integridad física. Incluso expertos guardas y profesionales, con mucha montaña a sus espaldas, han sufrido percances llegadas estas fechas, algunos con trágicos desenlaces.

Por lo que respecta a lo que ocurre justo después de disparar, hay que ser muy consciente de que la bala de un rifle puede mantener su letalidad en un rango muy superior a nuestro propio alcance visual, por lo que habrán de evitarse rigurosamente los disparos al viso y por encima de la horizontal, así como, en general, cuando no tengamos perfectamente identificado el punto de impacto. Ha de tenerse también en cuenta la posibilidad de sobrealcance porque la bala haya atravesado la res, así como la de rebotes si se dispara contra piedras o sobre láminas de agua. Dicho de otro modo, hay que asegurarse de que la bala “se entierra” en zona libre y no susceptible de rebotar. Y esta simple norma es más difícil de respetar de lo que puede parecer a primera vista, porque resulta muy frecuente y al mismo tiempo tremendamente peligroso lo que podríamos llamar “cegarse” con el animal. O lo que es lo mismo, el cazador se concentra de tal modo en la res que tiene en el punto de mira que deja de ver lo que se encuentra tras ella o a su alrededor, y no es consciente de que en caso de errar el tiro, o de atravesarla, la bala puede continuar su trayectoria hacia una zona contra la que no hubiésemos disparado.

Sabedores de las adversas condiciones meteorológicas a las que habremos de enfrentarnos a medida que vayamos ganando altura en la montaña y de las necesarias medidas de seguridad o precauciones que tendremos que poner en práctica, estas cacerías son para disfrutarlas en plenitud, en un periodo tan propicio como el celo, con los animales en un estado de máxima agitación, siendo testigos de combates y carreras y de montas al tiempo que tratamos de avistar a ese ejemplar que se ajuste a nuestras pretensiones venatorias y presupuestarias, sea éste un macho trofeo, representativo o selectivo o una hembra.

José María García

Fuente: www.cazavision.com

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